miércoles, 11 de agosto de 2010

Semillas que sobrevivieron a la guerra, pero no al ladrillo


RAFAEL M. MAÑUECO

Activistas rusos, organizaciones internacionales y hasta miembros de la Cámara Social del Kremlin intentan denodadamente evitar que la mayor reserva de semillas vivas del continente europeo termine convertida en un solar para construir chalets de lujo en las afueras de San Petersburgo. La voz de alarma la dio el Global Crop Diversity Trust (GCDT), que envió una carta al Gobierno ruso. Ha logrado sensibilizar incluso a consejeros del presidente Dmitri Medvédev. Un tribunal deberá hoy emitir un veredicto sobre las apelaciones presentadas, pero hay pocas esperanzas de que el Centro de Experimentaciones de Pávlovsk continúe en pie.

Se da la circunstancia de que el semillero de Pávlovsk sobrevivió a los horrores de la II Guerra Mundial. Doce científicos que trabajaban en sus instalaciones perecieron de hambre durante el bloqueo de 900 días que los alemanes impusieron a Leningrado (actual San Petersburgo). Pudieron haber salvado sus vidas comiéndose las semillas que protegían, entre las que había trigo, arroz, maíz y guisantes, pero prefirieron morir.
Ahora, en medio de la peor sequía que sufre Rusia en 130 años y tras la destrucción de 10 millones de hectáreas de cultivos también por los incendios, la mayor concentración de embriones vegetales de Europa podría desaparecer. Se espera este año una disminución de la cosecha de cereales de un 38%, lo que ha obligado al Gobierno a suspender las exportaciones de grano.
Las instalaciones de Pávlovsk abarcan dos terrenos con una superficie total de 90 hectáreas y reúne una colección de 213.000 variedades de plantas, fundamentalmente cereales, frutas, bayas, legumbres, tubérculos y verduras. Hay además 5.000 tipos distintos de manzanas, frambuesas y grosellas, de las que un 90% no está presente en ninguna otra parte.
Emile Frison, director general de Bioversity International, constata que algunos de los cultivos «son especialmente ricos en moléculas que ayudan a prevenir enfermedades cardiovasculares, cáncer y diabetes». Cary Fowler, de GCDT, cree que «es una amarga ironía el hecho de que la única acción que he visto en mi vida, la más deliberada y destructiva, contra la diversidad vegetal pueda darse en Rusia, el país que inventó el concepto moderno de banco de semillas».
Fowler y Frison figuran entre las personas que se han dirigido a las autoridades rusas para pedir que protejan el fondo. También lo han hecho en una carta a Medvédev Nadezhda Shkólkina y otros miembros de la Cámara Social de la Presidencia rusa. «No queda ya tiempo para detener el proceso más que solicitar la intervención directa e inmediata del jefe del Estado», admitía Shkólkina la semana pasada en Pávlovsk.
El banco fue creado en 1926 por el botánico ruso, Nikolái Vavílov. Primero se recolectaron plantas de la flora rusa y siberiana y, tras la II Guerra Mundial, de todo el mundo. El personal del centro teme que pronto aparezcan las excavadoras, arruinando 84 años de trabajo científico.

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