El 27 de octubre de 1553 murió Miguel Servet en la hoguera, condenado por el gobierno Calvinista de Ginebra. La condena se produjo en estos términos:
Contra Miguel Servet del Reino de Aragón, en España: Porque su libro llama a la Trinidad demonio y monstruo de tres cabezas; porque contraría a las Escrituras decir que Jesús Cristo es un hijo de David; y por decir que el bautismo de los pequeños infantes es una obra de la brujería, y por muchos otros puntos y artículos y execrables blasfemias con las que el libro está así dirigido contra Dios y la sagrada doctrina evangélica, para seducir y defraudar a los pobres ignorantes.
Por estas y otras razones te condenamos, M. Servet, a que te aten y lleven al lugar de Champel, que allí te sujeten a una estaca y te quemen vivo, junto a tu libro manuscrito e impreso, hasta que tu cuerpo quede reducido a cenizas, y así termines tus días para que quedes como ejemplo para otros que quieran cometer lo mismo.
Servet, aterrado, suplicó uan muerte menos feroz.
Ardió a fuego lento. (Calvino dijo luego haber intentado que lo decapitasen)
De entonces data una hermoasa frase de Sebastien Castellion sobre este episodio. Desengañado de Calvino -que lo llamó "intrumento escogido de satán"- escribió bajo pseudónimo “De haereticis”, que es el primer tratado conocido contra la persecución religiosa.
Allí dice:
"Matar a un hombre -dijo sobre servet y Calvino- no es defender una doctrina. Es matar a un hombre (...) No se prueba la fe quemando a un hombre, sino haciéndose quemar por ella".
Independientemente de la importancia de sus descubrimientos fisiológicos o de su labor como polemista religioso, la figura de Miguel Servet se distingue como mártir de la libertad de pensamiento y de expresión de las ideas, cualesquiera que éstas fuesen, en abierto desafío a cualquiera que quisiese coartarla.
Fuente: desequilibros.blogspot.com
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